Semillas de hace más de un siglo germinan y revelan plantas sorprendentes

Un equipo de expertos en botánica de la Universidad Estatal de Míchigan (MSU), en EE.UU., extrajo una botella llena de semillas que había sido enterrada por un investigador hace más de 140 años, para así evaluar los genomas de las plantas germinadas a partir de esas semillas.

En 1879, el botánico William J. Beal inició uno de los experimentos científicos más antiguos del mundo, enterrando en arena 20 botellas de vidrio llenas con 50 semillas.

Ciento cuarenta y cuatro años después, científicos de la misma universidad continuaron su trabajo, ‘resucitando’ esas semillas y encontrando entre ellas una planta híbrida, que probablemente no estaba destinada a ser parte del experimento.

Un experimento de más de 140 años

Beal estaba interesado en ayudar a los agricultores comprobando cuánto tiempo permanecían viables las malas hierbas.

Al no ver forma de acelerar este proceso, decidió colocar 50 semillas en 20 botellas de vidrio de 23 especies diferentes de malezas y luego enterrarlas con la boca apuntando hacia abajo para que el agua no se acumulara en su interior. Luego desenterraba las semillas cada cinco años y las germinaba para ver si todavía eran viables.

Botella de semillas excavada del lugar donde reposó durante los últimos 144 años. Crédito: Michigan State University / Derrick L. Turner.

Esto continuó cada cinco años hasta 1920, cuando se determinó que debía reducirse a cada 10 años, y luego, en 1980 amplió el intervalo a 20 años. En 2021 (habiéndose impedido hacerlo el año anterior debido a la pandemia), el equipo actual de investigadores que continuaban el experimento de Beal, se embarcó en la excavación de la decimocuarta botella de semillas enterrada en el campus, para ver si aún crecerían.

Si bien el estudio general encontró que la mayoría de las especies de plantas perdieron la viabilidad de sus semillas dentro de los primeros 60 años del experimento, el equipo encontró que un alto porcentaje de las plantas del género Verbascum aún podían crecer, ofreciendo información valiosa sobre la longevidad de las semillas en condiciones naturales del suelo.

Plántulas de Verbascum blattaria, una maleza comúnmente llamada gordolobo polilla, que germinaron del experimento. Crédito: Derrick Turner

Análisis de ADN

Este esfuerzo innovador marca la primera vez en la historia del experimento en el que se confirman las identidades de las especies de plantas mediante análisis de ADN.

“La mayor sorpresa para mí es que las semillas volvieron a germinar”, dijo en un comunicado Frank Telewski, profesor emérito, biólogo vegetal y líder del equipo de Beal. “Es sorprendente que algo tan viejo todavía pueda crecer”.

Cuando el equipo secuenció el ADN de las semillas que crecieron por primera vez, pudo identificar los tipos de plantas. Los investigadores habían sospechado que se había incluido un híbrido en el experimento por error y, tras la secuenciación, descubrieron que su corazonada era correcta.

«El trabajo de genética molecular confirmó los fenotipos que vimos, que es que las plantas eran Verbascum blattaria, o gordolobo polilla, y un híbrido de Verbascum blattaria y Verbascum thapsus, o gordolobo común», dijo Grace Fleming, profesora asistente de biología vegetal en la Universidad del estado de Michigan.

Importancia de la investigación

Lars Brudvig, profesor de biología vegetal en la Universidad, indicó que en los más de 140 años transcurridos desde el inicio del experimento, la cuestión de la longevidad de los bancos de semillas ha adquirido nueva relevancia, incluso para la conservación de especies raras y la restauración de ecosistemas; por ejemplo, plantaciones de praderas en antiguas tierras de cultivo.

Los hallazgos ayudan a informar qué especies de plantas, como Verbascum, podrían ser malezas problemáticas para los agricultores, y qué otras especies pueden no serlo, dependiendo de cuánto tiempo se cultivó un campo antes de ser restaurado.

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Sin duda, esta revelación habría asombrado a William J. Beal, dado que el ADN era un concepto completamente desconocido en su época. Por el momento, está previsto que el experimento finalice en 2100, pero es posible que sea necesario ampliarlo alargando el intervalo entre germinaciones si las semillas siguen demostrando que son viables.

El estudio fue publicado en el American Journal of Botany.

Fuente: IFL Science.

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