¿Puede albergar vida el nuevo planeta descubierto: Próxima b?

La situación de Próxima b encaja perfectamente en la definición estándar de «zona de habitabilidad», ya que se encuentra a una distancia a la que el agua líquida puede existir en su superficie. No obstante, al igual que algunos otros planetas potencialmente habitables ya detectados, la estrella en torno a la que órbita, Próxima Centauri, es «activa», tiene bastantes «erupciones» y, por tanto, lanza al planeta enormes cantidades de radiación ultravioleta y partículas.

Este medioambiente espacial tan duro en términos de radiación dañaría bastante la vida. Nuestro planeta está protegido de los estallidos solares por el campo magnético, que deflecta las intensas lluvias de partículas del Sol y las que llegan las canaliza hacia los polos. En el caso de Próxima b y de otros planetas en zona de habitabilidad, ni siquiera sabemos si tendrían o no campos magnéticos.

Los campos magnéticos también actúan de coraza para evitar que la atmósfera se pueda escapar por efecto de la intensa radiación, y alguien podría pensar que el nuevo planeta podría incluso no tener atmósfera. Sin embargo, conocemos el caso de Venus en nuestro propio sistema solar, que no posee campo magnético y sin embargo ha preservado una densa atmósfera, incluso estando más cerca del Sol que la propia Tierra. Por tanto, realmente no sabemos lo que puede pasar en el caso de Próxima b.

Además, hay un estudio reciente de un grupo de la NASA que apunta a que la materia orgánica que dio lugar a la vida en la Tierra pudo provenir del intenso bombardeo de partículas y radiación cuando el Sol se encontraba en una fase mucho más joven en la que era muy activo. Eso significa que en estrellas como Próxima Centauri, que son más activas que incluso nuestro Sol en su juventud, se podría dar el caldo de cultivo necesario para dar lugar a la vida.

 

Otro aspecto de Próxima b que podría ir en contra de la habitabilidad sería el hecho de que al estar tan cerca de su sol, las fuerzas de marea habrían hecho que la rotación del planeta esté sincronizada con el periodo orbital, que es de 11,2 días. Eso significa que una cara del planeta recibiría continuamente la luz de su estrella y la otra estaría permanentemente a oscuras. En teoría, podría haber una enorme diferencia de temperaturas en un hemisferio y otro. No obstante, la existencia de una atmósfera podría redistribuir considerablemente el calor y homogeneizar la temperaturas, algo parecido a lo que le ocurre a Venus y algo que también se da en Plutón en cierta medida.

Recreación artística de la superficie de Próxima b. Créditos: ESO/M. Kornmesser
Recreación artística de la superficie de Próxima b. Créditos: ESO/M. Kornmesser

Necesitamos obtener datos de su potencial atmósfera y para ello hay que usar técnicas observacionales diversas. En primer lugar debemos determinar si el planeta transita delante de la estrella de forma que produzca eclipses y ocultaciones vistos desde nuestro planeta. Si fuera así, de estos fenómenos, llamados tránsitos, podemos obtener información adicional sobre el planeta y su atmósfera, pero la probabilidad de que se produzcan estos tránsitos es bastante baja, y por ahora nuestros datos no muestran evidencia clara de tránsitos. En el futuro, instrumentos sofisticados podrán abordar estas incógnitas. Incluso el proyecto Starshot que pretende enviar micro naves espaciales a la estrella Alfa Centauri se podría modificar para visitar Próxima y proporcionar datos mucho más específicos que nos permitieran valorar el grado de habitabilidad.

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